La
historia teatral de Chile no es muy distante de la de otros países
latinoamericanos, y en cuanto al Musical, también partiría de las Zarzuelas
importadas a principios de siglo para luego ir en búsqueda de su propio estilo
mientras que se alterna con producciones del repertorio universal. Sin embargo,
a diferencia, pienso, de todos los casos latinoamericanos, incluso los más
prolíficos como Argentina y México, Chile es el único que en su memoria teatral
popular tiene desde hace casi cincuenta años una obra inédita, original
chilena, cuyas canciones, historia y espíritu son de conocimiento prácticamente
obligado para cualquier chileno, como parte de una tradición nacional.
La
obra a la que me refiero es LA PÉRGOLA DE LAS
FLORES, escrita por Isidora Aguirre con canciones de Francisco Flores del
Campo. La obra fue estrenada en 1960 en el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica ,
y su historia sencilla y sus canciones pegajosas pronto fueron de una
popularidad única en el país, al punto que en 1964 ya llegaba a presentarse una
versión argentina de la obra en cine. La
obra es un retrato de la identidad urbana del Chile de las primeras décadas del
siglo XX, que en la representación integra ritmos y música tradicionales como
el charleston, el vals, las cuecas, un tango-habanera y tonadas.
Isidora
Aguirre se dedica a la dramaturgia a
partir de 1953, en medio del movimiento teatral universitario chileno de la
época, con una producción teatral que sitúan como una de las mujeres más
influyentes en el desarrollo dramatúrgico de su país, con obras posteriores
menos alegres y divertidas, y con mayor contenido de denuncia social, tal como LOS PAPELEROS, con canciones de Gustavo
Becerra, que fue estrenada en 1962 por el grupo de teatro del sindicato de
actores, y luego haría temporada en el Teatro Caupoicán. En ésta obra Isidoro
aborda la situación miserable y marginal de personajes que recogen papel de la
basura para entregarlos a mediadores que luego los venden a fábricas de
celulosa. En ésta obra existe ya una clara influencia del “teatro épico” brechtiano,
como lo que ocurriría en Colombia pocos años más tarde con La Candelaria.
Por
su situación política, relacionada con la fuerza del movimiento de música
latinoamericana en Chile de final del siglo XX, con artistas como Víctor Jara o
el grupo Quilapayun, muchos intentos de narración de hechos relacionarían la
música latinoamericana con lo teatral; Quilapayún tendría en sus conciertos y
discos una muy famosa cantata denominada SANTA
MARÍA DE IQUIQUE, grabada en 1970; y una cantata similar a la anterior, que
ha sido escenificada en teatro en múltiples ocasiones, es FULGOR Y MUERTE DE JOAQUÍN MURIETA, obra teatral de Pablo Neruda
denominada Cantata por su autor, con música de Sergio Orteaga, estrenada el 14
de octubre de 1967 en el Teatro Antonio Varas de Santiago.
Por
otro lado, por su cercanía al enorme movimiento teatral de Argentina, Chile
desde ya hace buen tiempo que goza de temporadas de Musicales de repertorio, ya
sea en gira desde Argentina, o de producción propia, como EL VIOLINISTA EN EL TEJADO (1986), EL MAGO DE OZ (2004) ó EL
HOMBRE DE LA MANCHA (2006).
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